“Con el recuerdo de tus besos entre mis cejas, aguantando las ganas de recorrer piel a piel tu cuerpo, cansado de los suspiros vacios que el corazón palpita, mordiendo la agonía de aquellas lágrimas que enriendan los más cautivantes sueños, y apasionado en cada esperanzado gesto y caricia que tus peritos labios, susurran dentro de tanta frialdad o de esos tus inolvidables recuerdos de niña enamorada; es ahí donde mi alma se siente marchita o quizás más enamorada, donde mis sentimientos solo enmarcan tu nombre y mis pensamientos solo se juzgan bajo mi almohada”
Apelo a la sensibilidad como buena consejera o como aquel suburbio donde vives cautiva, busco en la intensidad de nuestros recuerdos, aquellas incansables noche de trova, noches donde la experiencia hecha canto asustaba a mis apasionadas metáforas, y mi voz era esa tenue melodía que acompañaba a la tuya, impulsando a la obstinada química a ir más allá de sus leyes, más allá de sus mandamientos o más allá de sus principios.
Pero dime tú como poesía, que sabe el Amor de leyes, mandamientos o principios; si cuando mi mano trato de alcanzar a tu corazón, existía un abismo hecho soledad, un mundo extraño de sentidos perdidos, una noche encerrada en un costal, buscando estrellas y lunas nuevas, un canto exhausto de la naturaleza y ahí dentro de lo eterno, tú.
Es enigmático escribirte y decirte que mi vida eres tú, y yo soy solo la sombra que refleja ese caminar independiente que sueles tener; suena antológico, escuchar una balada, pensar lo vivido, soñar en algo nuevo y calmar la miseria, pero en que parte de tu pasado estuve escondido, para no poder robar de tus labios el llanto de un frustrado sentimiento y así quizás revertir toda esa frialdad que agitas al hablar, y me entume cuando solo caes en la costumbre. Pero a qué juzgado le pido sentenciar tu ironía, a que divinidad le pido que abras los ojos al hablar, si no soy el culpable del destino infernal que viviste, si no el incansable compañero que siempre tuviste aun cuando no querías.
No puedo gritar, porque siempre existía una rima que te describía; no puedo correr, porque nuestras manos nunca se separaron; no puedo llorar, porque mis ojos están ahí al costado de tu cama, esperando el amanecer a que te guíen; no puedo soñar, porque tú amnesia es contagiante; y así imploro a tu arrogancia, a tus defectos de niña hermosa, a pensar en mi sin ti, ojala y ahí dentro del sarcasmo entiendas el por qué de mis llamadas, el por qué de mis lamentos, el por qué de mis tristezas.
“Pero a la vida, siempre le sonrió. Al destino, el mayor de mis creencias. Y a ti, el más profundo y único de mis sentimientos. Porque la vida me negó muchos momentos antes de que aparecieras, el destino se encargo de quejarnos al conocernos, y amarnos al tenernos; y a ti, por ser ese Sinónimo y Antónimo del que siempre platico”
Te Amo María Luisa.
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